Consumo Local versus Globalización

Por María Tesías

Es frecuente leer en los periódicos, escuchar por la radio, ver por la televisión y oír conversaciones que tratan sobre la necesidad de un cambio en el modelo actual de la economía. Llevo años pensando en ello, en que tal vez estemos asistiendo al último coletazo del capitalismo salvaje y el cenit del consumismo. Parece como si ante la ausencia de modelos alternativos, coherentes y seductores, todas las fuerzas luchen por protegerlo, y hasta los que padecen recortes en las conquistas sociales y sufren la precariedad están dispuestos a defenderlo. Por otro lado las soluciones no vienen de la noche a la mañana, pero van despuntando algunas.

Jeff Rubin, un analista económico defiende la tesis de que el mundo va a encoger y nos obligará a vivir con un ritmo más pausado y natural. En su libro «Por qué el mundo está a punto de hacerse más pequeño» anuncia el retorno a una cultura basada en los productos locales. La imposibilidad de transportar mercaderías de una parte del mundo a otra, por el alto precio del petróleo, según Rubin, nos obligará a producirlo todo más cerca: desde los granos de arroz hasta los barcos.

La globalización, reconoce que ya era ecológicamente inviable, pero también lo será desde un punto de vista financiero. Me preocupa que lo condicione a la subida del petróleo, dado que los gobiernos son artistas subvencionando. No obstante, habría que leer el libro por ver si aporta algo más. Pero lo interesante es observar como un economista reconoce que la globalización ha sido un sueño o una pesadilla, y que es ecológicamente inviable. Porque como dice Fernando Savater, uno puede estar a favor de la globalización (tiene su lado positivo si se aisla de lo económico) y en contra de su rumbo actual. Nos tendremos que reacostumbrar, continua Rubin, a una cultura más local y artesana y con ello a los ciclos naturales.

Una de las primeras consecuencias de la crisis mundial fué la imposibilidad de atracar los barcos en los puertos. El freno del intercambio comercial llevó a que muchos barcos se quedaran en los puertos. Lo cual provocó otra reacción, que fue ralentizar la llegada del barco al puerto. Lo sorprendente fue que descubrieron el ahorro económico que supuso y el bajo consumo de combustible fósil que habían tenido, a pesar de hacer un recorrido mayor porque obviaron atravesar el canal de Panamá para reducir costes, y es que la velocidad también hacía consumir más combustible. Es estimulante ver, leer y darme cuenta de que no es algo personal, ni local, ni de unos pocos anti lo que sea. Observo que es un sentir que va más allá, que se va generalizando. Que tiene tintes de ser una línea de acción coherente, como una de las posibles respuestas hacia un nuevo modelo económico, nada descabellado por otra parte y respetuoso con nuestra gallina de los huevos de oro: el Medio Ambiente, la Naturaleza.

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