Desde la asociación Subbética Ecológica, felicitamos a D. Manuel Castro Roldán y a Dña. Francisca Camacho Jiménez. Os agradecemos vuestro trabajo y esfuerzo.
Este discurso se leyó anoche en el ecomercado:
Buenas noches. En este momento, en el marco del Ecomercado Subbética 2013, el Ayuntamiento de Cabra en colaboración con Subbética Ecológica, desea celebrar un homenaje. El año pasado homenajeábamos a aquellos pioneros que habían empezado a cultivar en producción ecológica en Cabra. Este año, el homenaje lo queremos realizar la trayectoria de “toda una vida” vinculada a la huerta.
Por lo menos una vez en la vida, vamos a necesitar a un médico, un abogado, un arquitecto, pero todos los días, tres veces al día, necesitamos al agricultor. Es tan fundamental para nuestra vida su trabajo de estas mujeres y hombres, y ha sido tan desprestigiada esta profesión durante años, que con este acto queremos simbolizar un cambio que queremos ver en nuestra sociedad, queremos dignificar a nuestros agricultores y agriculturas, y agradecer públicamente el cuidado y mimo que nos ofrecen cultivando alimentos ricos, saludables, diversos.
Esta noche queremos hacer un reconocimiento a dos personas (a un hortelano y una hortelana) que con su ejemplo, representan el esfuerzo, el trabajo, y buen hacer propio de nuestros agricultores. Dos personas que a lo largo de toda su vida han estado vinculados con la huerta. Dos personas, que incluso cuando las cosas se ponían feas, nunca tiraron la toalla. Sus manos, sus rostros, sus cuerpos, son testigos de muchas horas de sol, de frío, de sudor….
Os presentamos a D. Manuel Castro Roldán y a Dña. Francisca Camacho Jiménez. Ambos han nacido “literalmente” en una huerta.
Manuel nació en Vado del Moro en 1938, unas horas antes de los bombardeos en Cabra. Toda su sana y feliz infancia la recuerda ayudando a sus padres en el tajo, entre juegos. Tenían una de las huertas más grandes de la zona, y tenía que colaborar. Cuando Manuel fue creciendo, sus tareas cada vez iban siendo mayores y más duras, “cortando la tierra con bestias”, “recorriendo” con el escardillo. Mucho esfuerzo físico y trabajo de sol a sol.
Tenía 18 años, y como no podía ser de otra forma, se enamoró en la huerta. Tuvo que construir un puente con vigas y capachas, para atravesar un arroyo sin mancharse de barro, y poder ir a visitar a una muchacha de la huerta vecina. Esa muchacha, Basilisa Valderde, acabó siendo su esposa y compañera de vida. Con ella ha tenido tres hijos: Juan Carlos, Manoli e Inma, que a su vez le han regalado siete nietos.
Destaca la preocupación de Manuel por que existiese armonía y buen ambiente entre los hortelanos, y por la defensa del bien común, especialmente en lo relativo al agua y la conservación y buen uso de las acequias. Durante más de 12 años fue alcalde de la acequia del caz alto, y aunque eso le supuso muchos quebraderos de cabeza, muchas noches sin dormir, e incluso algún accidente que por poco le cuesta la vida. Sin embargo, dice con orgullo que se siente satisfecho y reconocido por los demás en ese esfuerzo. Este es Manuel, un hombre comprometido con la verdad, la justicia y el compañerismo.
Paqui, nació en las huertas de Jarcas en 1946. Allí vivió feliz, disfrutando con sus padres de una vida sencilla y muy autosuficiente, cultivando el huerto, cuidando a los animales, etc. A los 24 años, se casó con Miguel Arroyo, un hortelano de tradición familiar, y aunque se muda a Cabra, no deja la agricultura en ningún momento. Trabaja con su marido en una huerta de la Fuente de las Piedras, y juntos pasan unos muy años felices en los que ven nacer a sus dos hijos: Miguel y Paqui. Paquí trabaja en la huerta hasta embarazada de siete meses, dice orgullosa.
Siempre han querido ser muy libres, y por eso esta familia además de cultivar, comercializó sus productos directamente en Granada, Málaga y Sevilla.
Eso les llevó a vivir escenas entrañables: por ejemplo, los padres tomando la lección a los hijos mientras ambos ataban lechugas, toda la familia recolectando de noche con las luces de la furgoneta para poder llegar a tiempo con el reparto, lágrimas cuando se rompió su primera furgoneta, o canteros cuyas cosechas se reservaban para poder pagar viajes de fin de curso de los hijos ….
Lamentablemente, su marido falleció joven, y eso lógicamente supuso un enorme mazazo para la familia. Pero Paquí ha sacado fuerzas de flaqueza, y ha conseguido reponerse para sacar su casa adelante. Ha tenido que trabajar en otros sectores, en otros municipios, pero siempre como mínimo, ha cultivado su huerta para autoconsumo. Lo “ha mamao” desde pequeña. Ahora, con su apoyo, parece que su hijo toma el relevo familiar y juntos cultivan la huerta. Que siga la tradición.
Son dos vidas, son dos historias, que emanan de una huerta tradicional. Hoy el pueblo de Cabra les reconoce su trabajo, su tesón, su esfuerzo. Gracias.