Huerta y poesía: ATENCIÓN AL MERCADO

Por Isabel Montes

Quienes hemos estado vinculados a la huerta de Cabra sabemos que tradicionalmente los hortelanos vendían sus excedentes en los mercados de proximidad, en las antaño concurridas Plazas de Abastos, no solo en la de Cabra, sino que acudían a todos los pueblos importantes del entorno.

Hoy en día las grandes superficies han desplazado estas prácticas de venta directa, pero Subbética Ecológica de alguna manera las está recuperando, tratando de potenciar una simbiótica relación entre productores y consumidores, eliminando intermediarios para conseguir precios justos que dignifiquen a unos y a otros.

A esta intención responde nuestro consumo a través de la cesta semanal, los pedidos conjuntos de fruta, pan o pollo, los Ecoencuentros, o nuestra novísima Central de Pedidos, pero tal vez lo que más se asemeje a aquellas antiguas formas de ofertar los productos de nuestra huerta, sean los Mercados en los que participamos puntualmente, más que por la venta en sí, por la promoción que suponen para nuestra forma de entender la producción y el consumo. Y es justo reconocer que nos estamos también consolidando  en este terreno a través de nuestro Mercado EcoArteSano y el Eco-Mercado de la Subbética.

Y siendo también, como vemos, pilar fundamental en la huerta, la comercialización de sus productos, me parece oportuno traer en esta ocasión a este rincón, algunos fragmentos, dado que es bastante larga, de una poesía titulada precisamente “Atención al Mercado”.

ATENCIÓN AL MERCADO
(FRAGMENTOS con recomendación de buscarla y leerla completa)
Atención al Mercado,
que es mi vida!
Atención al Mercado,
compañeros!

Atención al color de las naranjas,
al esencial aroma de la menta,
a la pobre patata en su envoltorio,
atención
a la verde
lechuga presurosa,
al afilado ají con su venganza,
a la testicularia berenjena,
al rábano escarlata, pero frío,
al apio que en la música se enrosca.

Pero si los frejoles
fueron bruñidos por la madre suave
y la naturaleza
los suavizó como a uñas de sus dedos,
luego los desgranó y a la abundancia
le dio multiplicada identidad.

Pero ríe el tomate a todo labio.
se abunda, se desmaya la delicia
de su carme gozosa
y la luz vertical entra a puñales
en la desnuda prole tomatera,
mientras la palidez de las manzanas
compite con el río de la aurora
de donde sale el día a su galope,
a su guerra, a su amor, a sus cucharas.

Parecían eternos los repollos,
sentados en el ruedo de su espuma
y las peludas balas
de las indecorosas zanahorias
defendían tal vez el absoluto.

Vino una vieja, un hombre pequeñito,
una muchacha loca con un perro,
un mecánico de la refinería,
la textil Micaela, Juan Ramírez,
y con innumerables Rafaeles,
con Marías y Pedros y Matildes,
con Franciscos, Armandos  y Rosarios,
Ramones, Belarminos,
con los brazos del mar y con las olas,
con la crepitación, con el estímulo
y con el hambre de Valparaíso
no quedaron repollos ni merluzas:
todo se fue, se lo llevó el gentío,
todo fue boca a boca descendido
como si un gran tonel se derramara
y cayó en la garganta de la vida,
a convertirse en sueño y movimiento.

Termino aquí, Mercado. Hasta mañana.
Me llevo esta lechuga.

Pablo Neruda

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