Por Isabel Montes
Sabemos que algo que caracteriza nuestra huerta ecológica es su biodiversidad. Y, observándola, pienso en lo importante que es también preservar la biodiversidad en el género humano, todas las razas, todas las culturas, o incluso todas las lenguas. Esta “biodiversidad” hace grandes a los seres humanos.
Por eso me he permitido traer esta poesía en catalán (y después traducida) sobre las fresas que, aunque nunca en producción elevada, sino más bien de modo testimonial y para deleite de sus cuidadores (los hortelanos), siempre han estado presentes en nuestras huertas.
COM LES MADUIXES
Menja maduixes l’ávia d’abans de Sant Joan;
per més frescor, les vol collides d’un infant.
Per’xó la néta més petita, que és Pandara,
sabeu, la que s’encanta davant d’una claror
i va creixent tranquil-la i en admiració
i a voltes, cluca d’ulls, aixeca al cel la cara,
ella, que encar no diu paraules ben ardides
i que en barreja en una música els sentits,
cull ara les maduixes arrupides,
tintat de rosa el capciró dels dits.
Cada matí l’asseuen, a bell redós del vent,
al jaç de maduixeres.
I mira com belluga l’airet ombres lleugeres,
i el cossiró decanta abans que pensament.
Li plau la corretjola i aquell herbei tan fi,
i creu que el cel s’acaba darrera del jardí.
En va la maduixera son bé de Déu cobria;
en treure les maduixes de receret ombriu,
Pandara s’enrojola, treballa, s’extasia:
si n’ha trobat més d’una, aixeca els ulls i riu.
Pandara sempre ha vist el cel asserenat;
ignora la gropada i el xiscle de les bruixes.
Es fe i és vida d’ella la llum de bat a bat.
El món, en meravelles i jocs atrafegat,
és petit i vermell i fresc com les maduixes.
Josep Carner (1884-1970)
CÓMO LAS FRESAS
Come fresas la abuela de antes de San Juan;
para más frescas, las quiere cogidas por un niño.
Por eso la nieta más pequeña, que es Pandara,
sabéis, la que se encanta ante una luz
y crece tranquila y en admiración
y a veces, cerrados los ojos, levanta al cielo la cara,
ella, que todavía no dice palabras claras
y que mezcla en una música sus sentidos,
coge ahora las fresas agachada,
teñida de rosa la punta de los dedos.
Cada mañana la sientan, a resguardo del viento,
en el lecho de fresas.
Y mira cómo mueve el airecillo sombras ligeras,
y el cuerpecillo inclina antes que el pensamiento.
Le gusta la corregüela y aquella hierba tan fina,
y cree que el cielo se acaba detrás del jardín.
En vano las fresas sus frutos protegen;
cuando las saca de su umbrío rinconcito,
Pandara se ruboriza, trabaja, se extasía:
si ha encontrado más de una, alza los ojos y ríe.
Pandara siempre ha visto el cielo sereno;
ignora la tempestad y el chillido de las brujas:
es fe y es su vida la luz de par en par.
El mundo, en maravillas y juegos atareados,
es pequeño y rojo y fresco como las fresas.
(Traducción de Enric Sullá)
Personalmente me he animado a cultivar un pequeñito plantel, ¿no os apetecería imitarme? Podría hacerse incluso en unas jardineras. ¡Da gusto verlas como colorean en la mata! Y más gusto da recolectarlas como Pandara o comerlas como su abuela.