Reflexiones de una mexicana en Subbética Ecológica

Por Ana Martha Becerra, mexicana, que tras su paso por el Master de Agroecológica de la Universidad Internacional de Andalucía en Baeza, ha pasado una semana de prácticas en la asociación.

Tras una fase tan dinámica, tan llena de aprendizajes, emociones e ilusiones haciendo el máster de agroecología con personas de varias geografías, entre quienes construimos inesperadas redes de cariño, apoyo, cuidados y difusión, vino la resaca emocional ante la inminente separación física, por saber que no seguiré viviendo el día a día con esa red, que ahora mismo, a donde iré a vivir, no tengo una así y el pesimismo comenzaba a (re)aparecer.

Pero al sentarme un momento a respirar y dejarme sentir, noté que estas semanas conociendo diversas iniciativas con formas de organización y estrategias de lo más diverso, de esas innovaciones sociales que dibujan otras realidades, yendo de casa en casa y alguno que otro hostal, encontrando personas que dentro de sus actividades cotidianas, se toman el tiempo de caminar conmigo, de dejarse conocer y ayudarme a conocer los lugares, de escucharme y tener siempre presentes los cuidados, han estado haciéndome ver constantemente que el amor puede construirse en cualquier lugar y que la vida es para disfrutarse.

En ese caminar, buscando más iniciativas por conocer de cerca y con las cuales compartir unos días, recordé alguna charla de las salidas de campo del máster en que nos hablaban de una asociación amplia, con una diversidad de alimentos de calidad y múltiples actividades que constituían una de las experiencias recurrentes en los circuitos cortos de comercialización agroecológicos andaluces, Subbética Ecológica.

Decidí revisar su página y con lo que abordan sobre la Economía del Bien Común, el sistema de cestas, la central de pedidos, los talleres y demás actividades que realizan, tenía que escribirles, y aquí estoy, siendo la primera voluntaria que reciben, ambas partes descubriendo cuáles son los roles correspondientes.

Han sido días muy interesantes, muy constructivos. Son una asociación real, genuina en lo que hace y desde los enfoques en que lo hace, con un crecimiento realmente admirable, que han transitado de no tener productores orgánicos, aún estando en un pueblecito privilegiado, con agua limpia, sistemas de riego trazados por los romanos y los árabes, con las huertas dentro de él, a tener un tejido de más de 400 personas entre productores y consumidores, muchos del mismo pueblo y de las comunidades vecinas.

Sus alimentos son producidos y elaborados no (solo) pensando en la clase alta o la media de alto capital social de las ciudades, sino, en que sean accesibles para las personas locales, incluidos los productores.

Tienen un gran potencial, los principios son claros y colectivos, hay tanto que podrían hacer que no se dan abasto. Las huertas, la central de pedidos, las cestas, la logística y gestión, los espacios de comunicación, difusión, formación y encuentro, la panadería y cada uno de los lugares de trabajo de los productores, la incidencia en un instituto de la comunidad para ofrecer la formación técnica en agroecología, las alianzas e intercambios que pueden darse con los consumidores, el interés creciente de voluntarios, practicantes y otros grupos y medios por conocer su experiencia. Tantas sinergias.

Yo he estado casi solo haciendo observación participante, mi presencia no les supondrá un beneficio explícito y aún así, me han recibido en su comunidad, en sus hogares, en sus huertas, han compartido su comida y me han invitado a acompañarlos en sus actividades personales, por mera gratuidad. Yo si que he aprendido y disfrutado, reavivado mis energías y  esperanzas, conectado con lo humano.

Representan una experiencia que prueba otras relaciones son viables, que podemos trabajar por el bien común, con mucho esfuerzo, sí, pero sin ser unos abnegados mártires, sin marginalizarse, sin presionar ni a los productores ni a los consumidores, sino todo lo contrario.

Voy preparando mi regreso contenta de saber que desde lo local con conciencia global, van tejiéndose redes que construyen territorios habitables, territorios de vida frente a territorios de muerte.

Por si fuese de interés, va el link del fanzine «Milpalabras [labrando la milpa]» de opinión y divulgación que hicimos los compañeros de agroecologías, vidas y cañas.

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