Por María Tesías
El pasado sábado día ocho de diciembre, del año dos mil doce, en la Bodega Marenas pude comprobar emocionada que la humanidad aún conserva elementos capaces de arrancar, remontándose desde el momento más primitivo, el conocimiento más ancestral, libre y llevado por la lenta y paulatina observación, desde la paciencia y seguridad de que la naturaleza obrará porque ya lo hizo en su origen.
Preguntándose cómo sería hacer vino cuando no existía, obviando todo el acervo sobre la materia, convirtiéndose en un verdadero ser humano cavernario y descubrir el néctar rezumante, de un puñado de uvas recolectadas en tiempo de abundancia y olvidadas en algún recipiente, guardado al abrigo de la cueva.
José Miguel Márquez es este ser humano cavernario. Maravilloso por su sencillez, se vende desde la humildad, la naturalidad y el amor que desprende de su hacer vino desde la más absoluta naturalidad. Hay muy pocos en el mundo occidental como él y me temo que en el resto del planeta también.
Gracias a personas que como José Miguel Márquez tienen esa fuerza e intuición podemos alegrarnos porque se puede recuperar la autonomía humana, la soberanía que nos da el conocimiento de hacer alimentos, porque ellos son la base de la vida; después viene todo lo demás. Pero sin sabiduría para la subsistencia no hay vida, hay solo dependencia y llegado el momento miseria.
Descubrir a personas como José Miguel Márquez hace que se desee seguir creyendo en la humanidad y en su capacidad de reconstruirse y de hacer cosas maravillosas. Como sus vinos naturales que no te dejan indiferente: te gustan o no, pero dañarte tampoco. Son incapaces de provocar dolor de cabeza tras una botella y ni salta el alcoholímetro porque no destruyen la vitamina B12 causante de la embriaguez típica tras unas copitas de vino.
Gracias por acompañarnos en el II Encuentro A_miguero que celebra nuestra asociación Subbética Ecológica en Montilla cada año, para reunirnos personas que compartimos tu misma filosofía de vida: enamorados de lo genuino y auténtico, de lo natural.
Éste año acudimos más de setenta personas a la convocatoria, para conocernos y reconocernos. Disfrutamos de un día de sol magnífico, en la finca “La Toba”, entorno a unas maravillosas migas como no podía ser de otra manera para éste simpático encuentro. Donde éste año se repartieron Diplomas a todos los exquisitos postres artesanos, elaborados con cariño y esmero, y desde el manejo del conocimiento transmitido que nos permite seguir siendo menos autómatas y más personas. Desde ésta humanidad que aprecia lo auténtico: salud…