Nuestra alimentación se basa hoy en día en productos obtenidos más allá de nuestras fronteras. Así, en el Estado español, en los últimos 10 años la importación de alimentos ha crecido un 66% (datos de Aduanas Españolas, Agencia Estatal de Administración Tributaria). Cuando se realiza esta afirmación es fácil pensar en alimentos exóticos o tropicales que no se encuentran a nuestra disposición inmediata, pero nada más lejos de la realidad. En nuestro país consumimos productos importados que también se producen dentro de nuestras fronteras cada vez con más frecuencia.
Así, como se indica en el informe Petroalimentos Kilométricos, facilitado por la Universidad Complutense de Madrid, cada día se importan 92.000 kilos de patatas de Israel o 21.000 kilos de carne de pollo de Brasil, por poner dos ejemplos. Pero el rey de las importaciones es sin duda la industria ganadera, ya que en el Estado casi el 80% de los alimentos que se importan se destinan a la alimentación animal, vía piensos. Según datos de Veterinarios sin Fronteras, solamente para la soja y el maíz que consume la ganadería intensiva española procedente de Argentina y Brasil, utilizamos 3,5 millones de hectáreas de superficie agraria de estas regiones.
Las implicaciones de este modelo importador repercuten directamente en el calentamiento global, ya que, según datos de Amigos de la Tierra, se calcula que cada kilómetro que recorre una tonelada de producto aporta una emisión de 0,002 kilos de dióxido de carbono si viaja en barco, de 0,069 kilos si lo hace en ferrocarril, de 0,11 kilos en camión y de hasta 2 kilos cuando el transporte es aéreo. Actualmente, muchos de los alimentos, especialmente los frescos, viajan en avión. Para luchar contra los alimentos viajeros, la mejor solución es consumir productos locales y de temporada, obtenidos bajo las pautas de la agricultura ecológica. Aquí … en eso estamos.
ILUSTRACIÓN: MARÍA CALZADILLA. |