Huerta y Poesía: BODA Y ACOMPAÑAMIENTO DEL CAMPO

Por Isabel Montes

A la presentación  de la campaña de promoción de la huerta egabrense, de sus productos, y  de sus hacedores, los hortelanos, por parte del Ayuntamiento de Cabra, no quiso faltar la poesía, que llegó muy bien acompañada de la mano de Antonio Suarez, que recitó el Romance de Quevedo “Boda y acompañamiento del campo”.

Al conocerlo, me dije que no podía dejar de traerlo a este rincón del blog de Subbética Ecológica. Se trata de una poesía coral, con diversos protagonistas, los variados productos de nuestra huerta que comparten celebración. Antonio nos explicó  “Los novios: don Repollo y doña Berza. En el cortejo nupcial, frutos y verduras, en femenino y masculino: damas y galanes, don y doña en unas cuartetas templadas de burlas y de veras, escritas con verdadero ingenio y agudeza”.
Leánla y no dejen de ver también el video promocional “Huertas de Cabra”

BODA Y ACOMPAÑAMIENTO DEL CAMPO

Don Repollo y doña Berza,
de una sangre y de una casta,
si no caballeros pardos,
verdes fidalgos de España,
casáronse, y a la boda
de personas tan honradas,
que sustentan ellos solos
a lo mejor de Vizcaya,
de los solares del campo
vino la nobleza y gala,
que no todos los solares
han de ser de la montaña.

Vana, y hermosa, a la fiesta
Vino doña Calabaza;
que su merced no pudiera
ser hermosa sin ser vana.

La Lechuga, que se viste
sin aseo y con fanfarria,
presumida, sin ser fea,
de frescona y de bizarra.

La Cebolla, a lo viudo,
vino con sus tocas blancas,
y sus entresuelos verdes,
que sin verdura no hay canas.

Para ser dama muy dulce
vino la Lima gallarda,
al principio, que no es bueno
ningún postre de las damas.

La Naranja, a lo ministro,
llegó muy tiesa y cerrada,
con su apariencia muy lisa,
y su condición muy agria.

A lo rico y lo tramposo
en su erizo la Castaña,
que la han de sacar la hacienda
todos por punta de lanza.

La Granada deshonesta
a lo moza cortesana,
desembozo en la hermosura,
descaramiento en la gracia.

Doña Mostaza menuda,
muy briosa y atusada,
que toda chica persona
es gente de gran mostaza.

A lo alindado, la Guinda,
muy agria cuando muchacha,
pero ya entrada en edad,
más tratable, dulce y blanda.

La Cereza, a lo hermosura,
recién venida, muy cara;
pero con el tiempo todos
se le atreven por barata.

Doña Alcachofa, compuesta
a imitación de las flacas:
basquiñas y más basquiñas,
carne poca y muchas faldas.

Don Melón, que es el retrato
de todos los que se casan:
“Dios te la depare buena,
que la vista el gusto engaña”.

La Berenjena, mostrando
su calavera morada,
porque no regó en el tiempo
del socorro de las calvas,

Don Calabacín desvaído,
largo de verde esperanza,
muy puesto en ser gentilhombre,
siendo cargado de espaldas.

Don Pepino, muy picado
de amor de doña Ensalada,
gran compadre de doctores,
pensando en unas tercianas.

Don Durazno, a lo invidioso,
mostrando agradable cara,
descubriendo con el trato
malas y duras entrañas.

Persona de muy buen gusto,
don Limón, de quien espanta
lo sazonado y panzudo,
que no hay discreto con panza.

De blanco, morado y verde,
corta crin y cola larga,
don Rábano, pareciendo
moro de juego de cañas.

Todo fanfarrones bríos,
todo picantes bravatas,
llegó el señor don Pimiento,
vestidito de botarga.

Don Nabo, que viento en popa
navega con tal bonanza,
que viene a mandar el mundo
de gorrón de Salamanca.

Mas baste, por si el lector
objeciones desenvaina,
que no hay boda sin malicias
ni desposados sin tachas.

Francisco de Quevedo

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